Texto de Sara Gómez
En medio del vasto escenario de la historia humana, emerge una realidad inquietante: la crisis medioambiental y la injusticia climática. En este contexto de urgencia y desafío, la campaña "El efecto ser humano" de Manos Unidas se erige como un faro de conciencia y acción en un mundo cada vez más necesitado de solidaridad y compromiso, aunque en el punto en el que nos encontramos, toda acción individual requiere de un mayor esfuerzo colectivo para poder lograr mejores resultados.
Es en este contexto en el que Manos Unidas toma un mayor protagonismo, al ser esa plataforma que nos permite denunciar las desigualdades estructurales o llamar a la acción colectiva.
No obstante, ante esta encrucijada, surgen interrogantes inevitables ¿cómo se encuentra el compromiso de sus jóvenes? ¿Somos verdaderamente conscientes del peligro ante el que nos encontramos? Y sobre todo, ¿estamos dispuestos a asumir la responsabilidad de nuestro legado ambiental y comprometernos con la justicia climática?
La respuesta yace en la acción individual y colectiva de cada uno de nosotros, en nuestra capacidad de alzar la voz, de cuestionar el statu quo y de forjar un nuevo paradigma de convivencia armónica con la naturaleza.
Es hora de que los jóvenes asumamos el protagonismo en esta narrativa de cambio y transformación, ya que el futuro de nuestro planeta y de las generaciones venideras depende de nuestra voluntad de actuar con valentía y determinación.
Unidos por la causa común de la justicia climática, estamos llamados a ser los artífices de un mundo más equitativo, sostenible y humano.
Como bien dijo el Papa Francisco en su encíclica Laudato Sí «podemos diagnosticar en la época moderna un exceso de antropocentrismo, donde el ser humano ya no reconoce su posición justa respecto al mundo, y asume una postura centrada exclusivamente en sí mismo y su poder».
No obstante, no podemos perder la esperanza en las jóvenes generaciones que buscamos cambiar el mundo con entusiasmo, con ideas, con nuestra forma de ver y entender el mundo.
Es en este espacio donde podemos encontrar el motor de arranque que inicie el cambio hacia una sociedad más justa, sostenible, y concienciada con la justicia climática. A fin de cuentas, ¿no es el ser humano la única especie capaz de cambiar lo que sucede al otro lado del planeta?
En este sentido, todos y cada uno de nosotros y nosotras debemos ser conscientes de nuestra implicación en el problema, de nuestro impacto directo en el cambio climático y sus efectos tan devastadores para las comunidades del sur global. Somos nosotros, la especie humana, la que debe tomar partida en este asunto y cambiar nuestros hábitos de vida, nuestra forma de entender y relacionarnos con el mundo, para dejar una huella mucho más positiva en él.
En definitiva, no podemos comprender la naturaleza como algo separado de nosotros o como un mero marco de nuestra vida, sino que debemos asimilarla como la esencia de la propia vida, no como dos crisis separadas, una ambiental y la otra social, sino una única y compleja crisis socioambiental.