El fenómeno de El Niño, acrecentado por el cambio climático, afecta con virulencia al continente africano. Manos Unidas, que en los últimos meses ha destinado cerca de un millón de euros a paliar las consecuencias de la sequía y las inundaciones, ha pedido a Neil Marsland, experto de la FAO, que nos explique cómo se está actuando frente a una posible emergencia alimentaria.
El fenómeno de El Niño, acrecentado según numerosos expertos por el cambio climático, está afectando con virulencia al continente africano. Manos Unidas, que en los últimos 18 meses ha destinado cerca de un millón de euros a acciones de emergencia dedicadas a paliar las consecuencias de la sequía y las inundaciones en África, ha pedido a Neil Marsland, experto técnico de la División de Emergencias y Rehabilitación de la FAO, que nos explique cómo se está actuando para prevenir y combatir una posible emergencia alimentaria en países como Etiopía o Somalia, donde la sequía es una constante recurrente.
El sur de África y partes del cuerno de África están sumidas en una intensa sequía que ha aumentado y se ha recrudecido desde las primeras etapas de la temporada 2015-2016, debido a uno de los fenómenos más fuertes de El Niño en los últimos 50 años.
A lo largo de largas franjas de Zimbabue, Malawi, Zambia, Sudáfrica, Mozambique, Botsuana y Madagascar, la temporada de lluvias actual está siendo, por ahora, la más seca de los últimos 35 años. Hay zonas agrícolas del norte de Namibia y del sur de Angola que también han experimentado altos niveles de déficit de agua.
Gran parte de la subregión del sur de África ha experimentado, por tanto, importantes retrasos en la siembra y muy malas condiciones para el desarrollo inicial de los cultivos y los pastos de recrecimiento.
Los países africanos más afectados son Etiopía, Somalia, Sudán, Angola, Malawi, Zimbabue, Mozambique, Suazilandia, Lesoto, Botsuana, Zambia, Namibia y Sudáfrica.
El Niño es un fenómeno natural caracterizado por el calentamiento anormal de la temperatura de la superficie marítima en el Océano Pacífico ecuatorial central y oriental. Por lo general ocurre cada dos a siete años y puede llegar a durar hasta 18 meses. El Niño tiene grandes consecuencias para el clima y los ciclos meteorológicos; en algunas regiones puede originar escasez de lluvia y sequía, mientras que otras regiones experimentan fuertes lluvias e inundaciones.
En anteriores fenómenos de El Niño las personas cuyo sustento dependía del sector de la pesca se vieron profundamente afectadas también en algunas zonas.
La agricultura es uno de los sectores principales de la economía que pueden verse gravemente afectados por El Niño. Especialmente cuando golpea un Niño de esta magnitud. Cuando tiene lugar un cambio climático, la agricultura es el sector más afectado, al absorber el 84% del impacto (según el informe de la FAO sobre Impactos de los desastres en agricultura y seguridad alimentaria). Por tanto, no es solo una crisis de alimentos, sino una crisis de subsistencia con impactos a largo plazo incluso cuando El Niño haya acabado.
El apoyo a los agricultores constituye ahora la capacidad de recuperación, lo que les permitirá soportar mejor las inevitables sequías y los desastres relacionados con el clima en un futuro.
Muchos gobiernos que cuentan con sistemas de alerta temprana han estado controlando activamente y actuando pronto para mitigar, e incluso prevenir, el impacto de desastres inminentes. En Somalia la alerta y acción precoz evitaron el desastre en muchas zonas, especialmente en aquellas en riesgo de inundación. El gobierno y las comunidades locales estaban en primera línea de dichos esfuerzos, respaldados por un amplio rango de asociados, incluida la FAO.
Gracias a la flexible y rápida financiación, especialmente de Reino Unido, EEUU y CERF, la FAO consiguió reparar roturas de puentes y reforzar diques, reducir la probabilidad de brotes de enfermedad en animales, ayudar a los agricultores a proteger las semillas y granos mediante la construcción de plataformas de almacenamiento y aumentar los depósitos de agua donde El Niño había empeorado las condiciones de sequía.
En el Cuerno de África, FAO ha estado trabajando en lo siguiente:
Los habitantes de los países del Cuerno de África saben que las sequías son parte consustancial de sus vidas.
Tenemos que aceptar que donde los sistemas de sustento dependen de la lluvia, habrá sequías. En la actualidad no se prevé ninguna hambruna, pero debemos permanecer alerta. Los dos períodos críticos serán desde ahora hasta mayo (período de lluvia Belg) y luego, en especial, el período de lluvias Kiremt (de junio a septiembre). Si ambos períodos se ven interrumpidos, la tasa de mortalidad relacionada con el hambre aumentará.
Lo que es importante es que trabajemos con socios, gobiernos y comunidades internacionales, para responder con rapidez, mientras aumentamos al mismo tiempo la capacidad de recuperación ante futuras sequías.
Aunque puede parecer que estamos de nuevo en el principio, las cosas han mejorado, incluso comparadas con la sequía del 2011, y por supuesto en relación con la hambruna de 1984-85 y las sequías de 1987 y 1991. Por una parte, el Gobierno de Etiopía está jugando un importantísimo papel a la hora de liderar la respuesta, actuando pronto para desviar fondos con el fin de hacer frente a la crisis, apoyándose en un mecanismo de información y coordinación cada vez más eficaz encabezado por el gobierno y numerosos agentes.
Por otro lado, la FAO y otras instituciones han actuado pronto para mitigar algunos de los efectos. Los donantes han sido también mucho más rápidos a la hora de permitir que los fondos estuvieran disponibles para responder. Desde una perspectiva alejada de la respuesta de emergencia, debemos redoblar esfuerzos para ampliar las medidas existentes de protección social, las intervenciones para Reducción de Riesgo de Desastres (como la continua rehabilitación de depósitos de agua y reforestación), así como el apoyo a la diversificación del sustento para agricultores y pastores.
El Gobierno está dirigiendo una respuesta bien coordinada, en colaboración con los socios humanitarios, y ha dedicado enormes recursos propios para hacer frente a las crecientes necesidades humanitarias, pero una crisis de esta magnitud requiere con urgencia un gran apoyo de la comunidad internacional.
En Somalia tenemos un excelente equipo en Nairobi, y sobre el terreno en Somalia, y contamos con una comunicación buena y clara con el gobierno somalí en un amplio rango de asuntos. Todo el país está cubierto por la Organización regional sobre Seguridad alimentaria y Nutrición, que proporciona actualizaciones regulares y precisas sobre la gravedad y magnitud de la inseguridad alimentaria en el país.
Esto fue posible gracias a la rápida financiación que puso a disposición el Departamento Británico para el Desarrollo Internacional. Reforzando las orillas de los ríos antes de que sobreviniera la inundación; calculamos que la intervención temprana protegió de las inundaciones de El Niño unas 9.000 hectáreas de terreno. La tierra protegida puede cubrir las necesidades alimentarias de 1,7 millones de personas durante un mes. La inversión de 1,4 millones de dólares ahorró 6,7 millones de dólares.
Ha sido difícil conseguir información sobre Eritrea. El presidente de Etiopía, Isaias Afewerki, ha negado la existencia de una crisis de alimentos y continúa rechazando la ayuda alimentaria de la ONU (AFP 23/01/2016). Sin embargo, sabemos que es muy probable que el país se haya visto afectado de igual manera que su vecina, el noreste de Etiopía, y el noreste de Yibuti.
Para conseguir evitar un aumento mayor de la crisis, todos los agentes, humanitarios y de desarrollo, deben afrontar integralmente las necesidades de las poblaciones afectadas. Los planes de respuesta y de recuperación han de tener en consideración las necesidades tanto inmediatas como a medio y largo plazo. En el sur de África, por ejemplo, el sector agrícola y el sustento de población vulnerable deben reconstruirse ahora nuevamente para evitar deficiencias en la producción de alimento y endeudamientos. La siguiente temporada de siembra para la subregión comienza en octubre. Una de las principales prioridades de FAO es la distribución de semillas y fertilizantes entre los agricultores vulnerables antes de que comience la siembra.
Las agencias de las Naciones Unidas están trabajando conjuntamente y mano a mano con los gobiernos de los países afectados, las ONG internacionales y locales, las instituciones financieras internacionales (p.ej. el Banco Mundial) y organizaciones de apoyo (donantes de ayuda). Aunque la situación de Etiopía es grave, no lo es tanto como lo fue en 1984-85, aunque la actual severidad de la sequía es igual –si no más– de fuerte que la de los años 80. Esto se debe a que los agentes nacionales e internacionales han podido actuar más temprano y más ampliamente. En Etiopía, el gobierno ha liderado la respuesta, apoyado por las agencias de Naciones Unidas y otras.
Lo primero y principal es que debemos trabajar juntos: ninguna organización ni gobierno puede afrontar a solas este fenómeno de El Niño y futuros fenómenos similares a este. En particular, los agentes humanitarios y de desarrollo deben aumentar su colaboración en apoyo de las estructuras nacionales y regionales de coordinación y ejecución. Debemos fortalecer la preparación nacional y local, asegurándonos de que nuestra asistencia es «tan local como sea posible, y tan internacional como sea necesario».
En segundo lugar, y en relación con esto, debemos guiar nuestras reflexiones valiéndonos de un marco de resistencia que se ajuste a las cuatro prioridades del Marco de Acción de Sendai, y que reconozca la importancia de los servicios básicos de ayuda y las necesidades locales, mientras, al mismo tiempo, se amplían las medidas de protección social y se impulsan los sectores productivos –en especial la agricultura– como clave para abordar las dificultades actuales y para reducir el riesgo de futuros desastres.
En tercer lugar, tal como nos enseñó la terrible hambruna de Somalia en 2011 y como nos está recordando el fenómeno El Niño actual, debe haber un incremento de la inversión en enfoques y medidas preventivos, tales como una mejora en la alerta precoz y en los mecanismos de actuación precoz, unidos a la toma de decisiones y financiación. Solo así podrá llevarse a cabo una acción temprana que atenúe verdaderamente y al máximo el impacto de los desastres.
Por último, debemos crear unos mecanismos flexibles de financiación para la resistencia al cambio climático, en particular para la acción preventiva precoz y la inversión sensible a la respuesta y a los riesgos a largo plazo. Esto remite a la Iniciativa A2R (Anticipar, Absorber, Reformar) que el Secretario general de las Naciones Unidas para el cambio climático presentó en la COP21 (Conferencia sobre el Cambio Climático de París). Esta nueva iniciativa congrega gobiernos, agentes internacionales humanitarios y de desarrollo y sector privado, e insta a los gobiernos y otros agentes a incorporar los riesgos del clima en su toma de decisiones para desencadenar la financiación de acción temprana y preparación.
Entrevista y fotos de Marta Carreño – Manos Unidas.
Una versión reducida de esta entrevista aparece en el nº 200 de la Revista de Manos Unidas (Junio-Septiembre 2016).