Esfuerzo, compromiso y ambición: claves en el cumplimiento de los ODS

Hoy se cumplen 4 años de la aprobación de la Agenda 2030.

Foto: Javier Mármol, Manos Unidas

Hace cuatro años, la comunidad internacional se reunió en la sede de las Naciones Unidas y proclamó la aprobación de la “Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible” en la que se propuso conseguir 17 ambiciosos “Objetivos de Desarrollo Sostenible” (ODS).

Su aprobación supuso una ola de esperanza en todo el mundo. Y no es para menos. 193 Estados acordaron trabajar juntos durante los próximos 15 años, para conseguir avances tan importantes como el fin de la pobreza extrema; el fin del hambre; sanidad y educación para todos; agua y energía accesible para toda la humanidad; trabajo decente; un modelo de prosperidad económica conciliado con la protección del medio ambiente y la sostenibilidad de los recursos; afrontar con decisión el cambio climático y un desarrollo ambientalmente sostenible… En definitiva, construir sociedades justas y pacíficas, en un mundo más solidario, en el que quepan todos y nuestra prosperidad compartida sea compatible con el cuidado de nuestro planeta.

En los años previos se hizo evidente que nuestro modelo de desarrollo, pese a su gran eficacia para generar riqueza, provocaba al mismo tiempo dos grandes efectos indeseables: el aumento de las desigualdades tanto dentro de los países, como entre las diferentes naciones y el deterioro ambiental de un planeta finito en el que no es posible un crecimiento ilimitado de los recursos y de la economía. Este es el motivo por el que el texto de la Agenda 203 repite una y otra vez que, para lograr un mundo más justo, no “debemos seguir haciendo lo mismo” y que, por encima de todo, hay que trabajar para “no dejar a nadie atrás”. Abordar los impactos sociales y ambientales, como dos caras de una misma moneda, escuchando simultáneamente “tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres”, como dice el Papa Francisco en su Encíclica Laudato Sí, es fundamental para el cumplimiento efectivos de los ODS.

Como las metas son muy ambiciosas, los Estados dotaron a la Agenda 2030 de una serie de herramientas para garantizar su cumplimiento: una financiación adecuada, estrategias nacionales alineadas con los ODS, indicadores que nos permitan hacer seguimiento sobre su cumplimiento, etc.  Además, cada cuatro años, en la Asamblea General de Naciones Unidas, los líderes mundiales deben dedicar su Agenda a evaluar su nivel de compromiso y de cumplimiento respecto a los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Este año, 2019, es el primero que la ONU dedica su Asamblea General a evaluar el estado de cumplimiento de la Agenda 2030. Y los resultados no son muy halagüeños. Según el Informe de Progreso de los ODS del Secretario General de Naciones Unidas, al paso que vamos, en 2030 habrá una población en pobreza extrema equivalente a 10 veces la población de España; el hambre está aumentando por tercer año consecutivo, la biodiversidad se está perdiendo a un ritmo alarmante, las emisiones de gases de efecto invernadero siguen creciendo  y cada año superamos el record de temperatura global; el nivel necesario de financiación para el desarrollo aún no está disponible, etc. Además, añade el Secretario General, que el escenario internacional actual ha empeorado significativamente para garantizar el cumplimiento de la Agenda: enfoques más proteccionistas de diversos países, conflictos e inestabilidad que generan migraciones forzosas por todo el mundo, aumento de la desigualdad, aumento de la intolerancia…

Mientras tanto, la capacidad productiva de los pequeños agricultores continúa siendo inferior a la de los demás productores, y el gasto público en agricultura ha disminuido un 37%.  Y, por si esto fuera poco, el bucle de retroalimentación negativa de los alimentos y el cambio climático sigue creciendo: cuanto mayores son los síntomas de cambio climático (sequías prolongadas, lluvias intensas, fenómenos extremos, etc.) más difícil es producir alimentos: A su vez, la producción global de alimentos es responsable de la generación del 30% de los gases de efecto invernadero… El desperdicio alimentario global, por sí mismo, genera el 10% de las emisiones globales que producen el calentamiento global…

Así pues, es evidente que necesitamos un mayor esfuerzo, compromiso y ambición de nuestros gobernantes para acometer la gran tarea de un desarrollo “inclusivo y sostenible” para la humanidad que incluya, naturalmente, una producción sostenible de alimentos y una distribución justa de los mismos, porque, habiendo alimentos de sobra, según la FAO, 821 millones de personas no tienen qué comer.

Hoy se cumplen 4 años de la aprobación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Y somos conscientes de que cumplir con la Agenda implica cambios profundos en nuestra sociedad, en nuestra economía y en nuestro estilo de vida y de consumo.

Desde Manos Unidas, una organización que nació hace 60 años con la misión de contribuir a acabar con el hambre en el mundo, luchar contra la pobreza y contra las causas que la provocan, seguiremos trabajando por el Derecho a la Alimentación de todas las personas, entendiendo que alimentarse no es un privilegio de la gente rica, ni un favor que hacemos a la gente pobre, sino un derecho de todo ser humano, inherente a su dignidad como persona.

Por eso animamos a todas las personas de la sociedad, a los responsables de gobierno, al mundo académico, a las empresas…a trabajar sin descanso por un mundo más inclusivo y sostenible donde nadie se quede atrás y todos se puedan alimentar. Lo hemos hecho durante 60 años y lo seguiremos haciendo.

 

 

 

También te puede interesar

Suscríbete a la newsletter

Informarse es el primer paso para actuar.

Suscríbete