Manos Unidas valora negativamente el acuerdo final de la COP28.
Manos Unidas denuncia la ambigüedad acerca de la transición energética, el calentamiento global y los efectos en las personas más vulnerables.
Acaba de finalizar en Dubái la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático —COP28—, que comenzó el pasado 30 de noviembre. Dos semanas de negociaciones en las que, además de las delegaciones estatales, las organizaciones han tenido un papel importante.
Desde Manos Unidas, hemos seguido muy de cerca el trabajo diario en la COP28 a través de las redes en las que participamos, como son CIDSE y «Enlázate por la Justicia».
Pese a los esfuerzos para que esta cumbre no se cerrase con palabras vacías, los acuerdos a los que se han llegado han sido escasos, sin ser capaces de establecer acciones de emergencia ni medidas concretas para frenar el calentamiento global.
«Esta no es la respuesta que necesitamos a la urgencia climática que piden a gritos los países vulnerables y nuestro propio ecosistema. Deberían haber salido de esta cumbre medidas claras, concretas, medibles, ambiciosas, acordes con la ciencia, etc. que llevaran a no superar 1,5º de aumento de temperatura media de nuestro planeta», señala Marco Gordillo, coordinador del Departamento de Campañas, Incidencia y Trabajo en Red de Manos Unidas.
Manos Unidas considera que, más allá de ser un «acuerdo histórico», las conclusiones a las que se han llegado en esta cumbre han sido del todo decepcionantes e insuficientes para lo que se esperaba.
«No es lo mismo China que Uganda o Haití. Por eso se habla de responsabilidades compartidas pero diferenciadas». Y en su vertiente más socio ambiental se habla de «justicia climática»», acota el coordinador de Campañas sobre el último punto.
Para Gordillo, la COP28 ha sido «un fracaso porque no ha habido ningún avance significativo que responda eficazmente a las necesidades vitales de las personas en riesgo, por un cambio climático que no han generado, que se nos está viniendo encima, destruyendo sus medios de vida, y sus ecosistemas».
Empezando por la incapacidad de fijar con claridad y unanimidad la hoja de ruta para volver a alinearse con París, y la urgencia para hacerlo. Se ha conseguido, eso sí, que por primera vez en una declaración final se hable de «dejar atrás los combustibles fósiles». Aunque esto se vende como un gran éxito, en realidad no lo es porque, tras 30 años de negociaciones, no se han concretado aún ni fechas ni condiciones.
Manos Unidas denuncia, desde nuestro trabajo con CIDSE, la familia internacional de organizaciones católicas de justicia social, y con la Red Iglesias y Minería, que esta transición energética en realidad constituye una intensificación de la minería porque crece exponencialmente la demanda de «minerales de transición» como el litio, el cobalto, el cobre o el níquel.
El resultado de esto es que «miles de comunidades en todo el mundo están viendo en estos últimos cinco-diez años como sus tierras se convierten en territorios de extracción, sin normas, sin leyes precautorias, sin consultas previas, sin permisos, con grandes daños al medio ambiente y violación de derechos humanos y derechos colectivos», recalca Gordillo.
En la COP28 se proclamó la intención de triplicar las energías renovables disponibles de aquí al 2030.
Manos Unidas, como ha señalado desde Enlázate por la Justicia —alianza de organizaciones españolas por la justicia social, el desarrollo humano integral y el cuidado del planeta y de las personas—, hace hincapié en la necesidad de que esa transición energética sea justa, inclusiva y sostenible y lamenta que en contextos como las COP no esté en el orden del día este tipo de situaciones, que es donde deben abordarse y visibilizarse.
De todos modos, y a pesar de señalar como positiva la puesta en marcha del fondo para «daños y pérdidas» provocados por el cambio climático, que vienen reclamando desde hace mucho tiempo los países más pobres y los más afectados por los impactos climáticos, Manos Unidas lo considera insuficiente, teniendo en cuenta que se trata de un fondo inicial de solo 700 millones de dólares anuales.
Dicho fondo no llega ni al 1% del Fondo Verde que fue aprobado por la COP16 para financiar proyectos de mitigación (disminuir la cantidad de gases de efecto invernadero emitidos por la actividad humana y que son la causa directa del calentamiento global) y adaptación en los cambios imparables o irreversibles, y cada vez más intensos, provocados por el cambio climático, que alcanzaron los 100 mil millones de euros anuales.
Quedan pendientes cosas tan importantes como un mayor compromiso financiero de los países desarrollados y la accesibilidad a los fondos por parte de las comunidades afectadas.
Tras la COP28, Manos Unidas como miembro de CIDSE (la familia internacional de organizaciones católicas de justicia social) se mantiene firme en su compromiso de abogar por un cambio transformador y a seguir creando conciencia, movilizando para llevar a cabo campañas de acción climática y trabajar para impulsarlas.
Para Josianne Gauthier, secretaria general de CIDSE, «el resultado de esta cumbre no refleja plenamente la urgencia de la acción climática (...) No hay tiempo para distracciones ni falsas soluciones; La ciencia es clara: no hay otra alternativa que evitar una catástrofe climática».
Pese a los tímidos avances obtenidos, las 3 entidades coinciden en que la COP28 deja la sensación de ser una oportunidad desaprovechada, y ya van demasiadas.