Hablamos con el director de los Maristas Azules en Alepo (Siria)
Esta semana hemos recibido en la sede de Manos Unidas una visita muy especial y muy esperada. Durante unos minutos pudimos charlar con el hermano George Sabe, director de los Maristas Azules en la ciudad siria de Alepo, un hombre de mirada franca, gesto pausado y hablar tranquilo.
Nacido en Siria, ha permanecido en su país -socorriendo a la población más vulnerable- durante los largos años de guerra. Pero justo ahora, con el cambio de régimen, cuando el conflicto parece reposar, han llegado los ataques islamistas contra los cristianos. Y George Sabe manifiesta sentir miedo.
«(En Siria) Cada vez que intentas construir un futuro, algo lo arrastra y destruye todo lo que habías logrado. Te doy un ejemplo concreto: desde 2012 hasta hace unos meses, habíamos construido una relación de diálogo con el mundo musulmán. Pero ahora, un nuevo gobierno islamista ha traído consigo el fanatismo. Y el fanatismo crece incluso dentro de nosotros. Volvemos a tener miedo: miedo de ser atacados, asesinados. Lo que ocurrió recientemente en la iglesia de Damasco lo confirma», explica el religioso sirio.
No sé quién decide por nosotros
Porque, en un entorno –Oriente Medio- en el que la violencia y el lenguaje de la guerra se han adueñado del día a día de la población y en el que Siria y sus problemas han pasado a un segundo plano, George Sabe se plantea a menudo quiénes son los que realmente mueven los hilos y deciden sobre la realidad y el futuro de los países de la región.
«No sé quién decide por nosotros. Pero esa es la realidad: vivimos una guerra constante, destrucción... Y, cada vez que intentamos levantarnos, reconstruirnos como personas o como país, aparece otra fuerza que nos recuerda que seguimos en Oriente Medio», denuncia el director de los Maristas Azules.
«Hay decisiones que se toman lejos de aquí y que afectan completamente nuestra vida. Eso nos paraliza y nos hace preguntarnos: ¿aún tiene sentido tener esperanza en el futuro? ¿Podemos ilusionarnos?». Y la respuesta para el hermano George es clara: «Sí, hay que seguir teniendo esperanza. Solo podemos contar con Dios. Es nuestra fe la que nos sostiene, y esa fe se traduce en solidaridad, en construir puentes de diálogo entre musulmanes y cristianos... y ojalá, algún día, también entre judíos, cristianos y musulmanes».
Un diálogo que podría traer, por fin la ansiada paz. La estabilidad que permita a la población superar el miedo diario, que algunos como el hermano Sabe, «han aprendido a soportar».
Y después llegarán el olvido o la memoria. Porque la clave, para el religioso sirio, no está en olvidar, «sino en usar la memoria para construir, para no repetir los errores».
Y mientras tanto, los Maristas azules, con el apoyo constante de ONG como Manos Unidas, trabajan para «reconstruir a las personas. Ayudarlas a recuperar la esperanza, a tener ilusión, a creer en sí mismas», informa Sabe.
«Por eso valoro tanto el trabajo de Manos Unidas. Porque va más allá del simple “dar”. Nos miran, nos escuchan, están atentos a nuestra dignidad. Nos dicen: “Estoy aquí, cerca, aunque solo pueda hacer poco”», añade George Sabe refiriéndose a un trabajo conjunto que comenzó en 2012 y que ha ido evolucionando en función de la situación cambiante del país.
Durante la guerra fueron prioritarios los proyectos de ayuda humanitaria y el asistencialismo. Según pasaban los años, y en función de la situación de cada zona, se empezaron a poner en marcha proyectos de desarrollo que tendentes a que las familias tuvieran oportunidades reales para salir adelante.
El director de los Maristas Azules está convencido de que lo que, realmente, puede salvar al mundo es la solidaridad. «Y es lo que nos va a salvar a nosotros en Oriente Medio. La solidaridad entre el norte y el sur, la solidaridad en el diálogo de religiones, la solidaridad que va más allá de la guerra, que lo que quiere es que estemos solos».
«Porque la guerra te aísla. Pero cuando estamos unidos, cuando somos solidarios, vencemos la guerra», manifiesta, convencido de que, tarde o temprano, ese día llegará.
«En nuestro trabajo, apostamos por la educación, la formación profesional, las oportunidades laborales. Les decimos a nuestros alumnos: "Estamos a tu lado. No vamos a hacer el trabajo por ti, pero te apoyamos para que te levantes y camines con tu propia fuerza"», añade.
Por ello, enseñan a los estudiantes que acuden a las escuelas -desde los más pequeños hasta los de 14 o 15 años- a resolver conflictos sin violencia y a respetar lo diferente, acudiendo al Evangelio para explicar la necesidad de la tolerancia y el diálogo. «Educamos en valores. A veces la gente no lo entiende y nos preguntan: “¿Por qué ayudáis también a musulmanes, si vosotros sois cristianos?” Esa mentalidad fanática crece, pero nosotros respondemos lo mismo: tenemos que vivir juntos. Esa convivencia es una suerte para la humanidad y una promesa del Evangelio».
Porque eso es lo que buscan los Maristas Azules, que el Evangelio empuje a población a levantarse, «a ser como centinelas que esperan el amanecer. No es fácil, pero es necesario dar ese paso, arriesgarse. Es el riesgo del Evangelio».
Para ello, George Sabe confía fundamentalmente en el pueblo sirio. Y, ahora, mientras las Naciones Unidas discuten sobre la financiación al desarrollo en Sevilla, el hermano marista dice no esperar nada de esa cumbre, quizá solo que dejen «en paz» al pueblo sirio. «Que no nos traten como mendigos».
Porque confía profundamente tanto es su fuerza como en la fuerza de sus compatriotas. Y pone como ejemplo el esplendor del Alepo de antaño. Una ciudad con industria textil, con el bazar más grande del mundo. Un puente entre Europa y Asia. «Una ciudad plural en la que todos, cristianos, musulmanes y judíos contribuíamos».
Ahora, manifiesta con anhelo, «queremos reconstruir eso. No queremos vivir de la caridad con lástima. Queremos levantarnos, ser económicamente fuertes, aunque ahora estemos sumidos en una gran pobreza». Pero, advierte, «sin caer en el consumismo occidental». «Si nos imponen esa lógica de “consumir, consumir, consumir”, sería fatal».
El hermano Sabe habla entonces de solidaridad. De atención real a la situación económica y social de Siria. «Pero lo más importante es cómo se nos da esa ayuda», expone.